El imperio de la nación Semínola
Casi todo el mundo ha oído hablar de los restaurantes Hard Rock, han comido una de sus hamburguesas o tiene el logo estampado de la compañía en una remera que alguien le trajo de Bali o de Hong Kong. Pero mucho menos se sabe de los propietarios de la multinacional estadounidense.
Hard Rock International es propiedad de los indios semínola de Florida, la única de las más de 500 naciones nativoamericanas que se negó a firmar un tratado de paz con Estados Unidos. Hace ahora una década, compró la compañía por 1.000 millones de dólares a la británica Rank Group, dedicada al negocio de los casinos.
La operación fue como mínimo audaz, una apuesta a lo grande para internacionalizar todavía más la marca y diversificar las fuentes de ingresos de la nación, que tiene unos 16.000 miembros en Florida y 18.000 en Oklahoma. “Cuando presenté la idea a la tribu, francamente pensaron que estaba loco”, le dijo el año pasado al ‘Miami Herald’ James Allen, el consejero delegado de Hard Rock International, que antes de trabajar para los semínolas sirvió como ejecutivo en otras grandes compañías del sector del juego como Trump International. 72 ofertas competían por la propiedad de los cafés rockeros, una empresa fundada originalmente en Orlando en 1971. Y aunque la nación nativoamericana no podía competir con el músculo financiero que exhibieron algunos fondos de inversión, acabó llevándose el negocio.
Desde entonces Hard Rock no ha dejado de crecer. El año pasado generó 5.000 millones de dólares en ingresos. Ha triplicado su número de hoteles y se ha expandido en otras regiones del planeta. Hoy está presente en 75 países, con una huella que abarca 176 cafés, 24 hoteles y 11 casinos.
Su éxito ha convertido a los semínolas en una de las tribus más ricas de América, cuando la mayoría viven en condiciones tercermundistas, pasto del desempleo, el alcoholismo y las drogas.